Amelia Sacks, zoóloga y una chica corriente, está a punto de casarse con Benji, joven adinerado y segundo hijo de la «pareja perfecta» formada por Greer (Nicole Kidman) y Tag Winbury (Liev Schreiber). Escritora de bestsellers ella, heredero ocioso él, los Winbury son la pareja ideal. Casados desde hace 29 años, residen en propiedades de ensueño, tienen tres hijos, son guapos, famosos, idolatrados por sus fans y, a menudo, protagonistas de las portadas de conocidas revistas del corazón. Para celebrar la boda, los Winbury se reúnen en la pintoresca residencia de verano de Nantucket, con vistas al océano Atlántico, donde también se reúnen los padres de la novia, como peces fuera del agua. Todo marcha sobre ruedas, hasta la desaparición de Merrit, la dama de honor de Amelia, que aparece ahogada la mañana de la boda.
La tragedia se convierte en el punto de partida de una narración que vira hacia los tonos de la novela policíaca clásica y saca lentamente a la luz las contradicciones y los oscuros secretos de una humanidad desprovista de toda moral, con relaciones que son cócteles de odio, resentimiento y celos. Los presentes, todos sospechosos e interrogados por un policía local y un astuto detective, sacan a la luz los dramas, las relaciones sexuales y sentimentales, las traiciones y las superficialidades de cada personaje. La investigación se convierte así en el expediente a través del cual diseccionar la compleja dinámica de una relación familiar y de pareja que dista mucho de ser perfecta.
La serie lo hace a través de una narrativa trepidante, llena de giros y sorpresas, con la clara intención de no tomarse demasiado en serio las cosas. Queda claro, ya desde el tema musical de apertura, en el que los actores realizan un flash mob al son de Criminals, de Meghan Trainor, que la intención de la showrunner Jenna Lamia es entretener al espectador, invitándole a participar directamente en el misterio del asesinato para descubrir al culpable, pero sin preocuparse demasiado por cuestionar el malestar de unos personajes que son el espejo y la metáfora de unas generaciones en desbandada. En definitiva, La pareja perfecta es un decente drama de misterio, no apto para un público muy joven, que brilla por su suspense, sus complejas relaciones y las excelentes interpretaciones de un reparto estelar en el que también figuran Dakota Fanning, Eve Hewson y Meghann Fahy.
Siguiendo la estela de series televisivas como The White Lotus y Big Little Lies, la directora danesa Susanne Bier vuelve a ponerse detrás de la cámara para adaptar La pareja perfecta, una serie basada en la novela de Elin Hilderbrand en la que se indaga en las turbulentas e hipócritas relaciones de la alta sociedad, añadiendo un elemento de misterio a la aparente crítica social. Fascinados por los ambientes de la paradisíaca Nantucket, conocemos a los Winbury para observar, no sin un pellizco inicial de envidia, las suntuosas existencias de esta familia aparentemente perfecta. Minando ese aparente equilibrio, sobre el que la matriarca Greer vela con elegancia y austera autoridad, se encuentra la dama de honor Merrit, una joven de personalidad arrolladora, pero marcada por una sutil tristeza y una sincera necesidad de amor, que con su dinamismo perturbador desempeña un papel crucial en el desarrollo del conflicto principal.
A través de una dirección elegante, llena de panorámicas fluidas y primeros planos ejecutados con maestría, Susanne Bier plasma el contraste entre la impresionante belleza de los lugares y la gris existencia de los miembros de la familia, subrayando la premisa obvia de cómo el dinero no basta para comprar la felicidad. En la narración, el asesinato se entrelaza con el conflicto de clases, se convierte en el gancho para iniciar una reflexión sobre la podredumbre que se esconde tras las lustrosas existencias superficiales de los miembros de esta familia, y deja cada vez más espacio para subtramas que confirman esa podredumbre y que muestran el lado aberrante de los distintos protagonistas, mujeres y hombres egoístas, cegados por la realización personal. Todos son frágiles y, en cierto modo, culpables: Greer es álgida, esnob y obsesionada con las apariencias de una familia a punto de desintegrarse; Tag es infiel, mujeriego y se pasa el día bebiendo, fumando hierba y jugando al golf; el hijo mayor, Thomas, es un buscavidas, fanfarrón y autodestructivo, y ha encontrado en la trepa social Abby una compañera despiadada y conspiradora; Benji es afable pero carece de profundidad; Will, atormentado por el pasado y en la oscuridad sobre los engaños de la familia, es dulce y amable aunque profundamente inseguro; e incluso Amelia, el rasgo de unión de dos universos incompatibles, es vulnerable hasta el punto de cuestionar la boda debido a su atracción fatal por Shooter, el mejor amigo del futuro novio.
Es ésta la cara más amarga de la serie… la de enfrentarse a un moderno universo femenino de mujeres prepotentes, siempre dispuestas a dictar las reglas del juego y a decidir la suerte de cualquier destino, contrapuesto a un mundo masculino superficial e insultante de mentirosos y melancólicos. A pesar del poder magnético de una narración intrigante, de un guión algo tímido, de la amplia nómina de personajes deliberadamente exagerados pero en su mayoría antipáticos, donde muy pocos se salvan, La pareja perfecta no aporta nada al debate sobre la riqueza, los privilegios o el matrimonio moderno, difunde la idea de que ya no existen relaciones sólidas basadas en una planificación mutua del bien entre un hombre y una mujer, y avanza hacia el final con la clara intención de abrazar el único propósito de entretener. Esto no nos sorprende, pero, al fin y al cabo, el riesgo de esta operación es dejar aburrimiento en el espectador.
Marianna Ninni
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