Succession


Qualità generale:
Qualità educativa:

IDEADOR: Jesse Armstrong
INTÉRPRETES: Brian Cox, Jeremy Strong, Kieran Culkin, Sarah Snook, Matthew McFaiyden, Nicholas Braun, J. Smith-Cameron, Hiam Abbass, Alan Ruck
GUIONISTA: Jesse Armstrong, Jon Brown, Tony Roche, Georgia Pritchett, Susan Soo He Stanton
PRODUCCIÓN: Gary Sanchez Productions, Hyperobject Industries, Project Zeus
ANO DE LANZIAMENTO: 2018 - 2023
TEMPORADAS: 4 (30x57-66')
PRIMERA VEZ QUE FUE EMITIDA: HBO (Usa)
PLATAFORMA EN LA QUE SE PUEDE VER AHORA: NowTv
GÉNERO: drama satírico

Edad a la que va dirigida la serie: >16
Presencia de escenas sensibles: escenas frecuentes donde se ve uso de drogas, blasfemias con alusiones explícitas, secuencias sexuales ocasionales con algunos detalles explícitos.

El anciano y enfermo Logan Roy, propietario de la multinacional Waystar Royco, se ve obligado a nombrar un sucesor. Por desgracia para él, ninguno de los aspirantes -sobre todo sus hijos, Kendall, Roman y Siobhan- parece estar a la altura. Tampoco el misántropo y rudo Logan está muy dispuesto a soltar el hueso: no hay miembro de su familia o de su personal al que no considere (con cierta razón) una víbora o un tiburón, un demonio vestido de siervo. Por su parte, los hijos y sus colaboradores viven como niños asustados, a merced unas veces del padre impulsivo y severo, y otras del gran magnate.
Ambas partes se sienten utilizadas, burladas, abandonadas en el desierto del desamor, donde toda relación está viciada por el interés propio; donde la hipocresía es una práctica normal y el deseo de ser libre y verdadero, si alguna vez surge, no sabe por dónde salir. El resultado es un relato que, a pesar de su sátira y su ingenioso (y doloroso) humor, parece encaminado -sólo la última temporada podrá decirlo- hacia la tragedia. Tanto es así que los propios protagonistas, en su estratificación de máscaras y contradicciones flagrantes, parecen ser los primeros en no darse cuenta del irreprimible impulso de solidaridad o de estima que les habita, ni saber descifrarlo.
Esto supone que Succession, como muchas otras series y puede que más incluso, despierta emociones más laberínticas que nunca: sólo un visionado minucioso y paciente puede desenredarlas y comprenderlas, no sea que la falta de claridad de juicio que tienen los propios personajes sobre sí mismos deje al espectador confundido a su vez.

 

 

Profundización

Teniendo como mundo narrativo las cámaras del poder, y coincidiendo éstas con los muros domésticos, Succession, tiene una clara deuda con Shakespeare y sus guerras dinásticas y fratricidas. No es casualidad que Logan Roy haya sido comparado con el Rey Lear, entre otros. Pero no faltan quienes opinan que, por el contrario, Succession no es lo suficientemente shakespeariana.
Y es que, en sentido estricto, no se trata de una tragedia sino de una tragicomedia: el desprecio de Logan por el oportunismo que le rodea, su resentimiento hacia el mundo entero, sus arranques de ira y su desenvuelto mandar a cualquiera al diablo, tienen algo de caricaturesco. Como lo tienen la música hip hop o el gimnasio de Kendall (cuyo conflicto con su padre es el verdadero dintel de toda la historia): con estos y otros artilugios, Kendall quiere revestirse de determinación y de un vigor que ya no sabe dónde buscar. Su hermano Roman, al que le encanta hacer el papel del pérfido y despreocupado profanador, tiene un físico débil y los ojos y la voz de un dibujo animado. Su hermana Siobhan por el contrario tiene los nervios a flor de piel y comparte con todos un cierto talento para la chulería. Por no hablar de Connor -de los cuatro hermanos el menos interesado en escalar la escalera de Waystar Royco-, quien, perdido en su propio mundo de ingenua vanidad, sueña con la presidencia de los Estados Unidos.
Entonces, ¿de qué trata realmente Succession? ¿Cómo debemos mirar a estos adultos, después de todo, que se siguen comportando como niños? ¿Se puede mirar más allá de su infantilismo para descubrir su miseria o, por el contrario, dejarnos llevar por una comicidad que le resta importancia? Aunque la primera hipótesis es la más probable -si Kendall es tan frágil, es porque su padre lo degrada-, Succession tiene una doble naturaleza controvertida: por un lado, es una lucha de tiburones; por otro, se trata de tiburones que, en última instancia, son ilusos y poco coherentes. Su historia es un perpetuo ir y venir entre inminentes enfrentamientos y repentinas retiradas; un perpetuo tira y afloja de alianzas disueltas e inmediatamente reconstruidas, un eterno retorno al punto cero. Incluso si fuera intencionado -y no el síntoma de un guión sin brújula o falto de ideas- el resultado de esta reticencia a posicionarse hasta el final, de esta cobardía generalizada, es un espectáculo medio emocionante y medio grotesco. ¿Se trata de psicología fina o de un agujero en el agua?
De los continuos giros de vals surgen sentimientos de amor y odio, de los que los propios protagonistas, tan acostumbrados a la duplicidad, ya no pueden hacerse cargo. Por lo general, cuando uno de los hijos muestra su cariño hacia su padre (o hacia otro de los hermanos), miente; pero ni siquiera cuando se insultan entre ellos parecen muy seguros de sí mismos. Incluso los amantes se utilizan recíprocamente, y con desenvoltura: acostumbrados a la premisa de que vivir significa posicionarse, los Roy parecen los primeros en no saber distinguir, además de el amor del odio (o el bien del mal), la honestidad de lo camuflado, la verdad de la ficción. Hasta el punto de no notar o no entender ellos mismos esa nostalgia de un amor sin equívocos que, a pesar de todo, vive en ellos. La única excepción es la protectora Marcia, la esposa de Logan, que parece ser el único ejemplo de benevolencia clara e incondicional (una caso  raro en la serie).
También es cierto que Kendall es menos oscilante que los demás. Y nadie más que él, que ha pagado el precio más alto por el distanciamiento y el desprecio de su padre, es capaz de darse cuenta de que, sin ser (verdaderamente) amado, no hay crecimiento ni vida adulta: que, a cualquier edad, sin amor se enferma. Pero incluso Kendall no conoce otra solución a las humillaciones de su padre que disputarle el poder.
A quienes estén familiarizados con la serie de la HBO no les sorprenderá lo mucho que Succession está saturada de mezquindad y cinismo: es típico de cierta televisión estadounidense privar a sus personajes de los sentimientos y cualidades morales más comunes, para convertirlos en los llamados «anti héroes». Hay que tener en cuenta que esa deshumanización programática, por muy cuestionable que sea, pretende probar si, al eliminar todo rastro de bien, en el escenario potencialmente distópico que se produce, hay algún germen de nueva humanidad capaz de resistir; si, en el fondo del abismo, hay un tesoro que brilla. Es esta preciosa joya la que historias como Sucesión se encargan de custodiar: en este caso, una búsqueda secreta pero irrefrenable de un amor que no puede esperar más.

 

                                                                                                                       Marco Maderna

 

Temas de debate

  • La compatibilidad o no de las relaciones familiares con la búsqueda del poder;
  • La frontera entre el amor y el odio o la posible naturaleza incierta del amor;
  • La urgencia de aclarar esta naturaleza para el crecimiento de la persona.
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