Adolescencia


Qualità generale:
Qualità educativa:


IDEATORE: Jack Thorne, Stephen Graham
INTERPRETI: Owen Cooper, Stephen Graham, Ashley Walters, Erin Doherty, Faye Marsay, Christine Tremarco
SCENEGGIATURA: Jack Thorne, Stephen Graham
PRODUZIONE: Warp Films, It’s All Made Up Productions, Matriarch Productions, Plan B Entertainment, One Shoe Films
ANNO DI USCITA: 2025
STAGIONI: 1 (4x50-65')
PRIMA MESSA IN ONDA: Netflix
DOVE SI PUÒ VEDERE ORA: Netflix
GENERE: crimen, drama de adolescentes.

Età cui è rivolta la serie (secondo noi): >14 (acompañados); >16 (solos).
Presenza di scene sensibili: violencia, lenguaje soez, bullying, escenas de tensión.

ACONSEJADA POR ORIENTASERIE

Adolescencia (adolescence en su título original) es una miniserie británica de cuatro capítulos que, recién estrenada, ya ha dado mucho que hablar. La historia gira en torno a un asesinato -inspirado en hechos reales-, pero lo hace de una forma inusual: la violencia está casi siempre fuera de la pantalla, filtrada a través de imágenes de videovigilancia o contada a través de las reacciones y conversaciones de los personajes. La víctima es Katie, y Jamie Miller (Owen Cooper), de 13 años, es acusado de su asesinato. Sin embargo, la serie no se centra tanto en el acto en sí como en sus secuelas: el trauma de la detención del chico, la investigación policial, la reacción de la familia de Jamie (especialmente la de su padre, interpretado por el co-creador y co-guionista de la serie Stephen Graham), el impacto en los compañeros y alumnos del colegio al que asisten Katie y Jamie, y el encuentro entre el chico y una psicóloga (Erin Doherty). Cada uno de los cuatro episodios tiene así un enfoque diferente y también un escenario específico, componiendo un complejo mosaico sobre la vida adolescente contemporánea.
El verdadero punto fuerte de la serie es la forma de contar la historia: cada episodio está rodado en directo, con un único plano secuencia, un rasgo estilístico que no es un mero ejercicio de virtuosismo, sino una elección narrativa concreta que amplifica la implicación del espectador. Sin cortes, sin montaje, uno tiene la sensación de estar atrapado dentro de la narración, obligado a seguir los acontecimientos en tiempo real, sin pausas para respirar. La cámara sigue a los personajes, incluso de espaldas, moviéndose por espacios laberínticos como la escuela, la comisaría, la sala de interrogatorios, la casa y la furgoneta familiar de Jamie. Lo que surge es una experiencia envolvente e inquietante que genera deliberadamente desasosiego, como para obligar al espectador a no apartar la mirada.

 

 

Profundización

Contrariamente a lo que suele ocurrir, la serie nunca se detiene realmente en la víctima. Sabemos muy poco de Katie: una foto, sus mensajes, unas palabras de su mejor amiga, ninguna escena que muestre a su familia y su dolor. Incluso el asesinato sólo se muestra de lejos, a través del plano lejano de una cámara de vigilancia. En su lugar, la atención se centra en el sistema en el que crecen chicos como Jamie (o Adam, el hijo del inspector Bascombe): el papel de las redes sociales, el acoso online y offline, la incapacidad de los adultos para comprender realmente el mundo de sus hijos o alumnos. Los padres no saben lo que los chicos publican en Internet, no imaginan la dinámica, se construyen una idea de ellos que no se corresponde con la realidad.

 

Distancias insalvables

En la escuela, los niños son esquivos, maleducados, se ríen y responden mal a los profesores. El mundo de los adultos parece distante, incapaz de hablar el mismo idioma que los jóvenes. Los adolescentes, más que los adultos, parecen ser conscientes de esta incomunicabilidad y, en consecuencia, los excluyen de su mundo. El malestar adolescente emerge en toda su complejidad: la frustración, el acoso sufrido, el sentimiento de rechazo, la incomprensión, la dificultad para reconocerse en los modelos de masculinidad impuestos, la percepción de la inutilidad de comunicarse con adultos que no podrían comprender. La falta de educación emocional y relacional hace que estos sentimientos crezcan hasta explotar de forma imprevisible.
La serie también aborda el tema de la comunidad «incel», un entorno online de hombres que se autodenominan «célibes involuntarios» y desarrollan una aversión tóxica hacia las mujeres. Según su visión distorsionada, el 80% de las mujeres sólo se sentirían atraídas por el 20% de los hombres, dejando al resto una existencia de soledad y resentimiento. Durante la entrevista con la psicóloga, se entiende cómo Jamie se siente feo e inseguro, tanto que busca la aprobación incluso de la propia profesional. El acoso, el odio hacia sí mismo y una visión alterada de las relaciones son aspectos que permanecen invisibles para la familia y los profesores.
Incluso la policía tiene dificultades para interpretar este lenguaje de la red, lo que demuestra la distancia entre el mundo adulto y el universo digital de los adolescentes. La dinámica de las redes sociales ha evolucionado tan rápidamente que se ha convertido en una realidad paralela, en la que las nuevas generaciones están inmersas sin que los adultos comprendan realmente los peligros.

 

Más allá del crimen: ¿quién es el verdadero responsable?

La pregunta que surge es: ¿es Jamie simplemente un monstruo o hay explicaciones para su acto aparentemente inexplicable? La serie no hace juicios de valor, pero muestra que no son sólo los padres los que crían a sus hijos o la escuela la que los educa. También hay influencias externas, a menudo subestimadas, que tienen efectos profundos -y a veces devastadores- en la psique de los adolescentes: un ejemplo son las redes sociales y su dinámica. Así pues, Adolescencia no trata de identificar a un único culpable del crimen de Jamie, sino que muestra cómo es el resultado de una concatenación de causas.
La de Jamie es una familia unida, aunque imperfecta. El padre, en particular, representa a un hombre que ha intentado ser mejor padre que los suyos, pero que asume su fracaso. La escena final, en la habitación de Jamie, está dedicada a él: en un gesto conmovedor, tapa un osito de peluche que perteneció a su hijo, símbolo de la ruptura entre la infancia y la tragedia en que se vio sumida su familia.
Conmovedor es también el momento en que los padres de Jamie se enfrentan para entender en qué se equivocaron. Se detienen en el tiempo que Jamie pasó encerrado en su habitación, convencido de que no pasaba nada, inconsciente de las trampas del mundo digital.

 

Una cruda serie que nos obliga a “mirar”

Adolescence no ofrece ni tesis ni respuestas definitivas, sino que deja al espectador con una serie de preguntas abiertas y la sensación, nunca explicitada, de que hay más víctimas y más victimarios. Incluso Adam, el hijo del inspector, acosado en el colegio, puede convertirse un día en Jamie. La serie nos obliga a enfrentarnos a un problema que los adultos a menudo prefieren ignorar: a los trece años, el teléfono móvil puede ser un arma de doble filo, y la vida en línea tiene consecuencias reales e indelebles. Por eso no basta con ver, hay que mirar de verdad. Escuchar, investigar, comprender un mundo donde lo online y lo offline se mezclan insidiosamente, donde un rechazo hecho público en las redes sociales a través de lo que para los adultos parecen inocentes emoticonos puede convertirse en una marca indeleble, donde las fragilidades pueden amplificarse hasta un punto sin retorno.
Adolescencia es una serie que debe verse como una experiencia compartida entre adultos y adolescentes, como una pista para entablar un diálogo y tratar de entenderse mejor.
Cada episodio es una experiencia que requiere concentración emocional e intelectual por la intensidad con la que está filmada e interpretada. Al espectador le gustaría detenerse, volver atrás, reflexionar, pero el tiempo de la serie es tiempo real, una sola toma sin montaje: una hora de nuestras vidas equivale, por tanto, a una hora de la historia. Y es una hora, o más bien cuatro horas, que no se olvidan fácilmente.

Eleonora Fornasari

 

Temas para el debate

  • El papel de las redes sociales en la vida de los adolescentes y el bullying online;
  • La dificultad de construir relaciones equilibradas en un contexto en el que la comunicazione está fragmentada e influenciada por las redes sociales;
  • El papel de las etiquetas sociales y de las dinámicas escolares y entre iguales;
  • La distancia entre realidad y percepción;
  • Las presiones sociales vinculadas a los llamados “roles de género”;
  • La vulnerabilidad de los adolescentes en el periodo de las primeras relaciones y de las primeras experiencias amorosas;
  • La distancia entre adultos y adolescentes;
  • El confín entre culpa y responsabilidad;
  • Las consecuencias del trauma para quien se queda (y no muere).